Este blog forma parte de la iniciativa "Ciudad Filosofía" recogida en la web (enlazada en el menú de arriba), pero está dedicado exclusivamente a resaltar las acciones enfocadas a la defensa de la educación de esta disciplina en la ESO y Bachillerato.

sábado, 9 de marzo de 2013

Recuerdo de la tercera tertulia de Té y Filosofía, 3 de marzo del 2013


El pasado domingo, 3 de marzo, desde las cinco y media hasta las ocho y pico, estuvimos , en La Taifa de Villena, discutiendo si hay (o hay que creer que hay) ciertos valores morales que son universales e independientes de esta o aquella cultura, de manera que puedan reclamar ser reconocidos y respetados por todos.

Desde pronto afloró la aporética usual de esta discusión. Mientras a varios les parecía que hay ciertos mínimos que son exigibles a todos (por ejemplo, los que se recogen en los Derechos Humanos), otros (o los mismos a ratos) veían que es muy difícil justificar por qué esos valores deberían ser reconocidos por todos. ¿No serán fruto de la educación de la sociedad en la que nos ha tocado vivir?

Porque ¿en qué podríamos basar la necesidad y objetividad de esos valores? Parece que esto es distinto de lo que pasa en la Ciencia, donde, todo lo que se afirma, se puede comprobar experimentalmente, y la verdad no tiene más que un camino… ¿o no? Porque algunos pensaban que en la Ciencia opera también el relativismo. Quizás nos parece que la Ciencia moderna es la única opción porque es la nuestra. ¿Por qué rechazar las formas de ver el mundo propio de otras culturas, que usan otros criterios de conocimiento, quizás irreducibles a los de la Ciencia? ¿Es siquiera la Lógica, algo universal, o puede haber pensamientos completamente diferentes, “ilógicos” (para nuestra perspectiva)?

Se propuso que podría basarse los valores morales comunes en la “empatía”. Quizás si dejásemos más espacio a los sentimientos, y a su educación, todos seríamos capaces de ponernos en el lugar del otro, y eso nos llevaría a ciertos valores compartidos. Pero tampoco esto carecía de dificultades. Tal vez nuestros sentimientos siempre están contaminados por el entorno cultural, y no nos dirían lo mismo a gentes diferentes.

También se propuso que podía bastar con un consenso social, que, aunque no sea perenne, sostiene mientras dura una cierta universalidad de algunos valores. Ahora bien, ¿un consenso humano es suficiente para “obligar” a los disidentes de ese consenso a compartir esos valores? Y ¿en qué se basa ese consenso?

Alguien planteó la posibilidad de que se entendiesen, los Derechos Humanos, como algo que nos “funciona” y mientras funciona (como hacemos, se dijo, con la Ciencia). Todos buscamos ser felices, y esos acuerdos de mínimos nos garantizan conseguirlo lo más posible a todos o al mayor número.

Otro asunto que se discutió es si el hecho de que sobre cualquier valor imaginable existirá siempre gente que disentirá, prueba que no hay valores universales. Algunos decían que esto no es un buen argumento: cabe la opción del error moral, o sea, que la disensión se explique porque al menos uno de los que disienten está equivocado moralmente. ¿No creemos todos que hay personas que son referentes morales o “maestros”?

Otro asunto: Quienes creen que existen valores absolutos ¿son aquellos que piensan que son ellos quienes están en posesión de los valores correctos? ¿Y no es esto lo mismo que los credos religiosos? No necesariamente, argumentaban otros: uno puede creer que existen valores universales, sin creer que él está en posesión de ellos (aunque sí en posesión de los criterios correctos para alcanzarlos), ni basarse en ningún credo religioso.

En fin, muchos asuntos, y todos muy interesantes, despertaron un vivo debate el domingo, en la tercera de las tertulias de Té y Filosofía. Lo que prueba que la Filosofía está en la ciudadanía, y es connatural a ella.




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