Este blog forma parte de la iniciativa "Ciudad Filosofía" recogida en la web (enlazada en el menú de arriba), pero está dedicado exclusivamente a resaltar las acciones enfocadas a la defensa de la educación de esta disciplina en la ESO y Bachillerato.

viernes, 4 de enero de 2013

Pensar por mí mismo... ¡qué cosas tan raras me pides!

por Agustín Sanz (publicado originalmente en miagoraparticular.blogspot.com)


A través del tutor de uno de los grupos a los que imparto la asignatura de Educación Ético-Cívica (vamos, la Ética de toda la vida), me han llegado ciertas impresiones de los alumnos del susodicho grupo que no puedo dejar de considerar suficientemente significativas como para que merezcan un comentario aquí.

Estos alumnos (la mayoría de ellos muy positivamente implicados con la actividad académica, dato que añado para evitar ciertas posibles malinterpretaciones de lo que voy a narrar) manifiestan que, aunque la asignatura les parece interesante, no tienen ninguna queja del trabajo del profesor, etc., se encuentran muy desconcertados por un aspecto en particular: que en ella se les anime a pensar por sí mismos. Obviamente, no lo han expresado así. Al parecer, lo que han venido a decir es que no tienen muy claro qué se espera de ellos, porque cuando exponen sus ideas en clase el profesor no les puntualiza si lo que han dicho "está bien o mal". Me centraré en esta última expresión, que al parecer es bastante literal, pero antes es conveniente que haga un par de aclaraciones. En primer lugar, decir que cuando comienzo un curso, sea de ésta o de cualquier asignatura, siempre me detengo de manera considerable en informar al alumnado de cuáles son los objetivos y el planteamiento de la misma; es decir, que el problema no se encuentra en este punto. En segundo lugar, pondré en antecedentes al lector acerca de lo que pueda haber motivado a mis alumnos esas impresiones. En la asignatura de la que estamos hablando, exijo al alumno, por supuesto, la asimilación de determinados contenidos teóricos, pero al mismo tiempo también una reflexión personal sobre los mismos. Esto lo hago a través de una serie de mecanismos que ahora no voy a detallar, pero el caso es que en un determinado momento el alumno ha de expresar los resultados de dicha reflexión en un diálogo abierto con sus compañeros y el profesor (una puesta en común, me gusta llamarlo). En esa dinámica, el profesor se limita a ejercer de moderador. Bien, pues parece ser que es esto y no otra cosa lo que ha desconcertado a mi alumnado. Siempre intento dejarles claro que la asignatura en cuestión trata sobre ética, y no sobre moral. Es decir, que su finalidad no es la de enseñarles qué deben pensar acerca de lo que sea correcto o incorrecto, sino la de enseñarles a reflexionar sobre ello. Por otra parte, me temo que los profesores de filosofía somos "demasiado" aficionados a valorar el sentido crítico y la autonomía de pensamiento.

Y con lo anterior llego a mi conclusión acerca de dónde se encuentra el problema: lo que al parecer mis alumnos echan de menos es que les diga si sus opiniones son o no válidas ("están bien o mal", recordemos que era la expresión exacta), esto es: que les diga lo que tienen que pensar. Al parecer, les incomoda (o quizás ni siquiera llegan a comprender) que un profesor les anime a pensar por sí mismos, sin juzgar sus ideas, situando su propio punto de vista al mismo nivel de validez que el suyo. Añadamos a esto que ellos mismos también reconocieron ante su tutor, al mismo tiempo que "se quejaban" de lo anterior, que la asignatura les resultaba muy "nueva". Esto lleva a pensar que, quizás y por desgracia, se encuentran ante la primera ocasión en su trayectoria escolar en que no se les dice qué es lo correcto o incorrecto, lo que "está bien o mal" o, en definitiva, qué tienen qué creer, pensar u opinar. Creo que, a partir de aquí, cada cual podrá ya sacar sus propias conclusiones.

Un último apunte: al parecer no es solamente a mis alumnos a quienes incomoda que les animen a pensar por sí mismos. Si echamos un vistazo al anteproyecto de la nueva Ley Orgánica de educación podemos observar que se pretende hacer desaparecer del currículo la asignatura de Ética. Y, con ella, al menos si nos basamos en lo que aquí estamos recogiendo, desaparecería también una oportunidad de que alguien anime a los escolares a reflexionar y a desarrollar sus propias ideas de manera fundamentada. Cualquiera diría que el hecho de que los futuros ciudadanos piensen por sí mismos también incomoda a nuestros legisladores.





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